martes, 19 de enero de 2010

January...

Lancé mi puño hacia él, con una fuerza casi imperceptible. No sabía ni siquiera por qué, simplemente sentí una furia irracional al escuchar sus palabras. Él inmediatamente tiró de mi puño con cierta suavidad hacia su costado de forma que mi brazo lo abrazara y después hizo lo mismo con el del lado opuesto. Anhelaba ese roce de nuestros cuerpos más que nada. Sentía calor, un calor muy humano, no tanto por la temperatura de nuestra sangre pues estabamos a mediados de enero y en plena calle, sino más bien por el amor que sentíamos. Él secó mis lágrimas y se disculpó, aunque los dos sabíamos que él no tenía la culpa, más bien era mía, o de mi inmadurez. Y comenzamos a caminar en silencio, abrazada como podía a su cuerpo, mientras nuestros pies se movían al compás de las sombras.